Paco Gámez
© Andrés Vázquez de Prada-Batet
02/10/2019 - 09:36

Al revisar el material e emails para esta memoria me sorprende ver que el Exploratorio Circo comenzó a finales de marzo; tenía sensación de mayor duración. Supongo que se debe a la presencia fuerte que el exploratorio tiene en mi recuento del año académico que acabo de cerrar, en como mi visión del circo ha evolucionado.  

Solicité participar en él desde la curiosidad más ingenua y sabiendo de la realidad circense menos de lo que creía. La primera sesión con María Folguera fue reveladora. Nos habló de los estereotipos y prejuicios que existen en torno a este mundo. Con cierto pudor tengo que reconocer que cada cliché que mencionaba estaba asentando en mi imaginario; una idea de circo próxima al espectáculo decimonónico de domadores y saltimbanquis, quizá influido por el cine o por Dumbo, ni idea; pero ajena a lo que se está haciendo o en lo que se puede hacer dentro de este arte. ‘Existe simpatía por el circo –comentaba María- pero poco contacto real’; el propósito de este exploratorio era crear puentes y sinergias de trabajo, que la curiosidad y simpatía se convirtiera en conocimiento y complicidad.  

Tras la primera sesión con María bajamos a la pista del Price a ver Humans de Circa. Yo llevaba ocho años en Madrid y a pesar de ser asiduo de todos los teatros solo había asistido a conciertos en ese espacio. Humans era un espectáculo muy cuidado y potente que pronto me conectó con las primeras funciones de teatro físico o danza-teatro que años atrás veía en el Teatro Central de Sevilla mientras estudiaba Arte Dramático. Mencionar esto es importante para mí porque esas funciones abrieron muchas puertas en mi imaginario y empecé a pensar el hecho escénico de otra forma; y eso es lo que me ha ido ocurriendo con el circo este año: se han planteado posibilidades nuevas y nuevos intereses que no tienen que ver con mi escritura reciente ni con mi concepción asumida de la dramaturgia.

Cada sesión que teníamos, cada invitación a ver una función de circo ha sido una alegría y una ‘liberación’ de la tradición teatral y de mi rutina como espectador. De los espectáculos que pude asistir recuerdo sobre todo All the fun Cia EA EO, por lo lúdico y por ser una lección de cómo convertir lo circense en una experiencia íntima y cercana. Sueño con algún día poder hacer, participar de alguna manera en un espectáculo así.

A cada dramaturgo se nos asignó la colaboración con un creador o colectivo de circo que estaba montando una pieza. Yo trabajé con Andrés Vázquez de Prada, un verticalista que había iniciado un proyecto sobre la muerte de Federico García Lorca. El nombre provisional de su montaje es “Equilibrios Contrarios”.

Con el resto de dramaturgos del exploratorio, hemos ido compartiendo un poco los procesos de cada uno con la compañía asignada. Entendimos la dificultad a la que se enfrenta el artista de circo y sobre todo en la soledad en la que trabajan muchas veces, y lo fructífero que era la fusión de los dos mundos para las dos partes. Las metodologías de trabajo y las formas de organización y comunicación son distintas para un creador de teatro y uno de circo, pero compartir las necesidades y hablar desde perspectivas opuestas enriquece las propuestas.

Con Andrés tuve una conversación fugaz telefónica sobre el material que me había enviado y ya hablamos en persona en junio en el Centro Comunitario Guatemala, en el barrio Fuencarral-El Pardo. Otra de las cosas interesantes de este proceso ha sido conocer este barrio y asistir a espectáculos allí, me parece importante descentralizar los espacios de exhibición y creación, y abrirlos al barrio.

El punto de partida del trabajo, la muerte de Lorca, me generaba ciertos reparos. Dentro del ámbito teatral la figura de Lorca está sobre-explotada y su obra es representada hasta el infinito. Hace años escribí un cuadro sobre el suceso que quería trabajar ahora Andrés, pero yo lo hacía de una forma muy lateral y esquivando al máximo mencionar al poeta granadino; ahora tenía que volver a ese mundo desde el circo. El material que había recopilado Andrés era dispar y yo no entendía bien cómo encajarlo dentro de la partitura de verticales que él ya había empezado a generar. Mi primera duda era por qué quería trabajar sobre un tema tan literario desde lo físico. A él le interesaba lo poético y el deseo de libertad. En la primera conversación de propuse hacer algo más ‘punki’ y político que quedarnos en lo estético y estilizado. Lo mejor de todo es que nos entendimos bastante bien y que la comunicación era fluida. Andrés estaba abierto a cualquier sugerencia y ha sido muy flexible para mover el material que ya había generado hacia otra estructura y contar su espectáculo desde otro lugar. Acordamos situar a Lorca en la fosa común y trabajar el deseo de elevación artística y vital de Federico, convertirlo en una víctima más entre muchos.

A partir de eso, y tras ver todo el material que él traía de una residencia en Sabadell, empezamos a crear una nueva estructura juntos y a resignificar los saltos, las caídas y cada bloque. Andrés fue dúctil para manchar su técnica cuando era necesario y eso muestra su generosidad como artista. Yo por mi parte entendí que tenía que simplificar la estructura que había pensado porque al no tener más elementos que la partitura acrobática había mucho que no se podía contar o transmitir. Me preocupaba darle coherencia interna al material y generar un significado sólido a los elementos que Andrés quería usar, y hacer avanzar la acción del espectáculo, que no se estancase.

Tuvimos una primera muestra con algunos compañeros del exploratorio y otros visitantes y explicamos varias opciones sobre lo que estábamos haciendo. Yo había propuesto un dispositivo muy complejo con proyecciones, sonido, información expuesta, posibles textos dichos que Andrés podía decir… Creo que tenía la mente más en lo que había visto en el circo Price, que eran producciones bastante grandes. Se señaló la posibilidad de ir a lo más sencillo para que el montaje tuviera más posibilidades de exhibición, por ejemplo, como espectáculo de calle. Entendí entonces otra parte práctica de la realidad circense y de las opciones de mercado, algo que había pasado por alto por desconocimiento.

A la semana hicimos una nueva muestra para niños del barrio que asistían a la escuela de verano del Centro Guatemala. En esa segunda muestra los niños tenían interés en el trabajo acrobático de Andrés y les llegaban algunos de los elementos que queríamos trabajar. Empecé a pensar en la sencillez del material y cómo podría ser una pieza para todos los públicos a pesar de la complejidad del punto de partida. Creo que hay algo en lo físico del circo que siempre llega al espectador, a cualquier espectador.

Al terminar, Andrés se quedó con la tarea de pensar qué tipo de espectáculo quería hacer, para qué público, porque su trabajo podía tener cabida dentro de varios circuitos y necesitaba definir hacia donde quería dirigirlo. Nos despedimos pensando en volver a encontrarnos entorno a este trabajo.

Si en la primera sesión de marzo se hacía hincapié en la necesidad de crear puentes y sinergias entre creadores de teatro y circo, en este caso, en la combinación de Andrés y yo, esa complicidad en el trabajo se ha dado y espero poder seguir haciéndole de mirada externa y aportar herramientas dramaturgias a su creación. Creo que ha sido muy gratificante para los dos trabajar juntos, y desde luego, mi visión del circo y de la dramaturgia de un espectáculo circense ha topado con la realidad y ya no es un mundo de payasos y domadores, sino algo más complejo (y paradójicamente también sencillo), cargado de esfuerzo y de ‘más difícil todavía’ y de una poética propia llena de posibilidades.

Gracias a todos los que hacéis posible este exploratorio.

 

Paco Gámez