Una semana inclusiva
11/11/2019 - 16:31

Marisa Brugarolas, una de las personas que imparte el taller de danza y circo inclusivo, enciende la música e invita a los y las participantes a moverse como lluvia. En la sala, hay personas diversas y Marisa anima a encontrar y celebrar las diferencias de cada uno y una, crear a partir de ellas y utilizarlas como herramientas de creación. Entre las personas que integran el taller, hay quienes deben imaginar la música, y encontrar la suya propia para dirigir su movimiento ya que no la oyen, como otras de las personas que están presentes. Dice Raquel que ella no necesita estar concentrada en oír la música, sino en su propio cuerpo y en el movimiento que genera.

Desde hace unas temporadas, el Teatro Circo Price vela por la inclusión, ofreciendo ya, en más de una ocasión, espectáculos con audiodescripción y visitas guiadas para personas con diversidad, además de contar en su programación con espectáculos que abordan la diversidad y la inclusión, como fue el caso de Mur de (Cia)3.

Esta vez, era importante abrir un espacio donde experimentar a partir de la diversidad y donde los y las protagonistas fueran las participantes. El taller tuvo un fuerte poder de convocatoria ya que mostraron interés cerca de 60 personas, de las cuales solo 30 obtuvieron plaza debido a las limitaciones del espacio. Era un colectivo totalmente diverso, había quienes contaban con experiencia previa, y quienes era su primera vez en un taller de este tipo, había profesionales y amateurs, había personas ciegas, personas sordas, personas con movilidad reducida, personas con diversidad intelectual, bailarinas profesionales; pero era, ante todo, un taller donde se invitaba a cada uno y una, a aceptar la diferencia y utilizarla como herramienta de creación.

Fueron tres días de taller centrados en la búsqueda del movimiento propio, utilizando materiales de la danza contact, la improvisación, la danza contemporánea, la educación somática y el circo. Marisa Brugarolas y Gonzalo Arias, dinamizadores del taller, invitaban a los y las participantes a moverse a veces de forma individual, con el uso de distintos objetos como sombreros o pañuelos -“como extensiones del propio cuerpo y del movimiento”-. A veces, el movimiento era compartido con otra persona reconociendo y aceptando las limitaciones y posibilidades propias y ajenas; a veces, era en grupo; pero lo más importante era generar un ambiente lúdico que sirviera para aprender unos de otros, y encontrar nuevas formas de expresión. Así, unos a otros se sorprendían ante los ingenios de sí mismos y de los demás, que se pusieron de relieve en el segundo y tercer día.

El circo y la danza han demostrado ser herramientas con gran potencialidad creadora en contextos de inclusión. El taller de Marisa Brugarolas y Gonzalo Arias sirvió para romper estigmas y aprender de todas las diferencias. Fue un aliciente para fomentar más espacios en las artes escénicas donde poder compartir desde la inclusión y poder aprender y observar que, a veces, lo que para unos es una limitación, para otros es una puerta con infinitas posibilidades de creatividad. Chon, una de las participantes del taller, comentaba la importancia de no tener miedo, de ir buscando los espacios donde moverse y terminaba diciendo “¿ves?, no me ha pasado nada a pesar de no ver apenas”. Chavi, otro de los participantes con pérdida de capacidad auditiva, que se dedica profesionalmente a hacer espectáculos, terminaba la última jornada manifestando su gratitud a que se abran lugares de creación inclusivos y la importancia de demostrarse a sí mismo que, aunque a veces uno no se cree capaz, en realidad sí lo es.

El taller cerró con una puesta en común de todo lo vivido en esos días, dónde encontraron las dificultades, qué obstáculos habían topado y qué experiencias se llevaban a casa tras esos días compartiendo. Se expusieron los miedos de cada uno y una, y qué aprendizajes habían sacado de haber convivido, durante el taller, con personas con otras diversidades distintas a las propias, ya que el taller había acogido todo tipo de diversidad, sin establecer distinciones. Todos los y las asistentes destacaron la necesidad de dar continuidad a este primer contacto, que para todos y todas había sido muy positivo.

Después de haber hecho un recorrido sobre la pista, donde pudieron tocar los elementos de la escena, los y las participantes fueron invitadas al estreno de YOLO (You Only Live Once), de la compañía valenciana Lucas Escobedo. Esta creación, inspirada en el imaginario de Joaquín Sorolla, enlazaba con todo lo expuesto en el taller de danza y circo inclusivo, ya que traía a colación temas como el tener miedo o el atreverse a superar los límites propios, para perseguir los sueños. La obra, no solo conjugaba percusión, música en directo, malabares, acrobacias, rueda cyr, acrobacia aérea o equilibrios sobre las manos, sino también, había integrado perfectamente la lengua de signos como parte de ella. Además, una intérprete de signos, que para los espectadores y espectadoras parecía parte de la misma creación, interpretó todas las letras de las canciones que se tocaron en directo. Toda la obra había sido adaptada para personas ciegas y personas sordas, que se contagiaron igualmente de la vitalidad de los artistas sobre la pista.

YOLO fue un gran cierre de lo vivido en los días atrás por su exhortación a romper las barreras que nos separan, y encontrar los puntos de unión a través de la solidaridad, aceptando las diferencias que puedan alejarnos. Con este taller y la obra, se trata de dar visibilidad y continuidad a la inclusión como parte del programa del Teatro Circo Price.

 

Eva Luna García-Mauriño