El madrileño Ramón Gómez de la Serna nacido en 1888, fue escritor, periodista, humorista, abogado, político, caricaturista y cronista de circo. Un vanguardista que experimentó e innovó con su obra y se convirtió en el creador de las greguerías.

RAMÓN, como se le conocía, tuvo una gran fascinación e íntima relación con el circo. Un asiduo de los circos madrileños, desde su butaca preferida disfrutaba con inocencia infantil cada función a la que asistía. Amigo de Leonard Parish, Manuel Feijoo y Arturo Castilla. Se proclamó como el «Primer Cronista Oficial del Circo», profesión que anunciaba con orgullo en sus tarjetas de visita.

Escribió El Circo, en 1917, libro en el que describe detalladamente este particular mundo y todo lo que dentro sucede: alaba su oficio, habla del espectáculo, de los artistas, la música y de algunos números que consideraba históricos. También publicó sus crónicas y dibujos en periódicos de la época.

Dos de sus más creativas y extravagantes conferencias sucedieron en la pista. En 1923, el Circo Americano homenajeó al cronista y como parte del programa, RAMÓN leyó un divertido discurso desde lo alto de un trapecio sosteniendo un largo papel y creando un nuevo género de oratoria, «el orador de trapecio». Luego en el Cirque d’Hiver de París, realizó otra performance subido sobre un elefante.

Tras su muerte en 1963, el desaparecido Price le dedicó una sentida función en la que sus amigos del circo llenaron de flores la butaca que normalmente ocupaba, recitaron algunas de sus greguerías y Alfredo Marqueríe pronunció unas palabras subido sobre un elefante.

RAMÓN fue uno de los pocos del siglo XX que dedicó su obra al arte circense. Afirmaba que «en el circo todos volvemos al Paraíso primitivo, donde tenemos que ser más justos, ingenuos y tolerantes» y como consecuencia, «quien más noches de circo tenga en su haber, entrará primero en el Reino de los cielos».  Además, creía que la soñada paz universal se firmaría en un gran circo.